lunes, 4 de mayo de 2009

La Parábola

PARÁBOLA

Definición de Parábola: Forma literaria consistente en un relato figurado del cual, por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es el explícito.

En la tierra de los 5 soles un día despertó, de su letargo, la oruga Papuna. Esta oruga, al verse reflejada en una gota de lluvia en su primer paseo en aquella tierra estaba muy orgullosa de sí misma. Admiraba la textura de su piel y el color que con el brillo de los soles conseguía. Cada esfera de fuego relamía su piel otorgándole distintas tonalidades que cambiaban con cada movimiento que la oruguita daba para caminar. Estaba enamorada de sí misma, era el Apolo del mundo de las orugas.

Después de la experiencia del primer paseo, la oruga Papuna decidió pasearse todos los días para que todas las orugas admiraran su esplendor. Vio que las demás orugas se ponían enfermas, una extraña patología que llamaban “envidia” se apoderaban de ellas y estallaban. Se ponían verdes, y “boom”, lo dejaban todo perdido. Tanto era así que la ciudad de las orugas “Oruguilandia” se estaba convirtiendo en un mar verde, al estilo de la compota de guisantes. Los vecinos oruga estaban hartos de aquella situación –aquellos que no caían en la enfermedad – y acudieron a regañar a Papuna. A Papuna le sentó fatal aquella visita. Ella tenía todo el derecho del mundo a pasearse mostrando todos sus encantos y nada había que probara su culpabilidad en que el resto de orugas enfermaran. “Habrán tomado alguna hoja de alguna planta que habrá recibido demasiados rayos del Quinto Sol, que todos en Oruguilandia sabemos que lo malo que es eso” –contestó Papuna.

Papuna no iba a dar su brazo a torcer pero un día se encontró con algo que no esperaba: Una preciosa viuda negra apareció en Oruguilandia. Su brillante color negro relucía a la luz de los 5 soles y por la noche podía convertirse en invisible. Se movía con elegancia, sin tener que arrastrarse y creaba perfectos dibujos con un hilillo blanco que se sacaba de no-se-sabe-donde.
Papuna comenzó a sentirse fatal. Los tonos de su piel empezaron a perder color a su vista y a tornarse verdosos. Estaba cogiendo la envidia. Estaba en peligro, sabía que eso acababa en explosión de oruga, así que fue a consultar a su vecino. Éste le dijo que primero tenía que admitir su error, que tenían ellos razón en que había sido ella la que produjo la envidia entre el resto de orugas. Papuna se puso altiva y lo negó. Pasó en cama muchos días, cada vez más enferma, cada vez más verde hasta que no pudo más. Ya pensaba que no le quedaba otro remedio que decir en público que se había equivocado y pedir perdón al resto de orugas por haber cometido tanto “oruguicidio”.

Después de reunir al resto de orugas y pedirles perdón comenzó a encontrarse mejor. El resto de orugas le confesaron que habían traído ellas a la viuda negra –toda una modelo en su ciudad (“Ñañilandia”) y que también habían sufrido su castigo, pues el tiempo que Papuna había pasado en cama, el resto de orugas no pudieron salir pues la viuda negra les producía envidia a su vez.

Una vez que todo se arregló pidieron a la araña que se fuera –dándole las gracias- y todo volvió a la normalidad. Papuna aprendió la lección de que no había que ir provocando la envidia a sus congéneres y todos vivieron felices y tuvieron muchas lombrices (todo el mundo sabe que las lombrices son grandes amigas de las orugas).

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